Leyenda de oro

Los acontecimientos ocurren en Apurímac. Se trata de un grupo de mineros que vivían en un campamento construido de forma rústica, de piedra y techo de paja. Debido a lo alejado del lugar y a la falta de presupuesto, no había acceso para vehículos. El mineral que se extraía tenía que llevarse a lomo de caballo durante un día entero hasta un lugar por donde pasaban vehículos.

El dueño tomó la decisión de contratar a un ingeniero del norte del país. A la llegada del ingeniero, los trabajadores le dieron alcance en el lugar donde se cargaba el mineral. Esa misma tarde, al llegar a la mina, el profesional se metió a nadar en la laguna situada junto al campamento. Como consecuencia, aquella noche el ingeniero se puso enfermo. Conforme pasaban las horas, se ponía más pálido, amarillo y vomitaba. Antes del amanecer, apenas podía hablar. Entonces, decidieron llevarlo de vuelta hacia Abancay. Con mucho sufrimiento y dolor resistió, y nunca más regresó a aquella mina. Fue el inicio de lo que ocurriría algunos meses más tarde.

Pasaron los meses y solo quedó un grupo muy reducido de personas: un veterano natural de Curahuasi, experto en encontrar vetas de oro, y algunas personas que habitaban cerca de la mina con sus animales. Un día, hallaron una veta junto a la laguna, en una pequeña montaña que se elevaba a un lado.

Al caer las piedras por las explosiones de dinamita, las aguas de la laguna se estremecían, produciendo tanto estruendo que se escuchaba a mucha distancia. La segunda noche que dinamitaron aquella veta, ocurrió lo inesperado.

Cerca de las 7 de la noche, las aguas de la laguna estaban iluminadas desde adentro. Todas las personas que se encontraban en el campamento presenciaron el movimiento de unas luces. Algunas salían del ojo de agua que alimentaba la laguna en dirección a la montaña recién dinamitada. Todo el espectáculo duró unos 30 minutos.

Al día siguiente, el movimiento de luces empezó un poco más temprano, pero esta vez con más intensidad. Veinte minutos después, se escuchó un gran estruendo en la laguna, como si una enorme piedra hubiera caído con fuerza. Todos salieron precipitadamente del campamento situado junto al lago. A unos 500 metros vieron una brillante luz con forma de toro desplazándose por el aire. En cuanto la vieron, entraron apresuradamente al campamento, pues existe la creencia de que observarla de frente causa la muerte. Abrieron una pequeña rendija en el techo de paja de la cabaña y observaron.

Luego se oyó un segundo estruendo, como si una gran ola golpease las orillas de la laguna. Inmediatamente emergió un segundo toro amarillo que también se desplazó por el aire hacia la montaña sagrada Suparaura. Se podía observar claramente cómo movía las patas, como si caminase, mientras dejaba centellas amarillas que se desprendían de aquel ser sobrenatural.

Así sucedió con otros 3 objetos que emergieron de la laguna. Ninguno de los toros producía ruido mientras se desplazaba; sólo se oyó al momento de emerger de las profundidades. Los 3 toros restantes se dirigieron hacia importantes montañas y cascadas del lugar.

Los hechos ocurrieron en 1956 en las alturas de Apurímac, en una laguna llamada Azulqocha. La fotografía es real, de la laguna. Para los pobladores del sur peruano, el oro es un material que tiene vida propia y se puede mover e incluso transformar en otro material. Casi todos los mitos sobre el oro en Apurímac tienen como idea principal su capacidad de transformarse o desplazarse.

Historias similares existen en varios lugares de Apurímac y tienen como protagonista al Qori Toro, un ser que se desplaza por el aire como si fuese un objeto moderno. En Apurímac hay montañas con mucho oro, pero su interpretación en la cosmovisión andina es muy distinta a la occidental.

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