Cascada de Ayawayqo

Un viaje a uno de los espectáculos naturales más impresionantes de la provincia de Graú: la Cascada de Ayawayqo. Esta maravilla natural se encuentra en la Comunidad de Patapata, a tan solo 7 kilómetros de Chuquibambilla, la capital de la provincia. Al visitarla, se encontrarán frente a una impresionante caída de agua de más de 15 metros de altura, situada en la subcuenca del río Chuquibambilla, en la margen derecha del río.

cascada apurimac

La fuerza con que el agua cae crea un sonido poderoso, casi ensordecedor, pero a la vez hipnotizante. En los días soleados, las gotas de agua que se dispersan en el aire capturan la luz, creando un deslumbrante arcoíris que añade un toque mágico a la ya de por sí majestuosa vista.

Durante la temporada de lluvias, el volumen y la fuerza de la cascada aumentan, y su estruendo resonante llega a oídos de todos en las cercanías.  En mi propia experiencia, recuerdo cómo el rugido de la cascada se hacía aún más presente durante los carnavales, envolviéndome en una mezcla de asombro y un sutil temor. Este temor, debo confesar, no era único en mí, sino un sentimiento bastante común entre los habitantes de la zona.

La explicación a este miedo colectivo se encuentra en las historias que se han tejido en torno a la cascada, en particular, la leyenda del «huancar-kuichi». Este ser mítico, según cuentan los ancianos del lugar, emerge de las profundidades de la Cascada de Ayawayqo, listo para perseguir a los incautos que se atrevan a acercarse demasiado. La creencia popular sostiene que encontrarse con el «huancar-kuichi» podría resultar fatal, una advertencia que ha calado hondo en el corazón de nuestra comunidad.

Esta fascinante combinación de belleza natural y mitología local hace de la Cascada de Ayawayqo un destino único, que invita tanto a la admiración de sus paisajes como a la reflexión sobre las historias que se entretejen en su entorno.

Origen del nombre

Aya, que significa «lugar de los muertos,» y Wayq’o, que se traduce como «quebrada,» forman un nombre que evoca misterio y reverencia. Cerca de la cascada, hay bóvedas hechas de barro y piedra, construidas durante la época de los incas. Estas estructuras, de unos 3 metros cuadrados, servían como tumbas, según los cronistas. Ademas en los alrededores, hay cuevas naturales donde aún se encuentran restos humanos de nuestros antepasados.

Al quinto día después de la muerte, los incas llevaban a sus difuntos a este sitio sagrado para realizar rituales solemnes. Uno de los rituales más enigmáticos consistía en intentar averiguar quién sería el próximo en morir y bajo qué circunstancias. Este acto, cargado de misticismo, añadía una capa de intriga y temor a la atmósfera de Aya Wayq’o, un lugar donde la vida y la muerte se entrelazaban en un eterno ciclo ritualístico.

Hoy en día, siguiendo la tradición, se realiza el lavado de las pertenencias de los muertos en la quebrada de Aya Wayq’o. Después de lavar, estas pertenencias se queman, manteniendo viva una antigua costumbre que conecta el presente con el pasado.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio