Calandria Tuya

En la provincia de Grau, Apurímac, se alza majestuoso el cerro Tuya, un gigante de base ancha que domina el paisaje de la comunidad de Chise. Sus laderas, cubiertas principalmente de ichu, la resistente hierba andina, y salpicadas de pequeños bosques de queñua, son el hogar de un ave extraordinaria: la calandria Tuya.

Cada año, con la llegada de las lluvias, el cerro Tuya se convierte en el escenario de un espectáculo natural único. Mientras los valles se tiñen de verde y el aire se impregna con el aroma de la tierra mojada, las calandrias Tuya emergen de las alturas del cerro, descendiendo graciosamente hacia los valles templados que se extienden a sus pies.

Estas aves, con su plumaje cautivador en tonos amarillos, plomizos y negros, destacan vívidamente entre la exuberante vegetación renacida. Su aparición es un regalo para los sentidos, una señal de que la vida en los Andes está en pleno apogeo.

Las calandrias Tuya solo se aventuran a las zonas más bajas durante estos meses lluviosos, aprovechando la abundancia de alimento y refugio que la naturaleza les brinda. Es en este tiempo cuando los valles se llenan con su presencia y, más notablemente, con su canto.

El canto de la calandria Tuya es verdaderamente un tesoro auditivo. Su melodía, delicada y armoniosa, flota en el viento, alcanzando los oídos de los afortunados habitantes de la zona. Es un sonido que captura la esencia misma de los Andes en primavera.

Lo más fascinante es cómo la población local interpreta este canto. En el idioma quechua, el canto de la calandria suena como «tuyallanta hamurani, tuy, tuy, tuy», que traducido al español significa «vengo de Tuya, tuy, tuy, tuy». Esta simple frase, repetida melodiosamente, conecta el ave con su hogar en las alturas del cerro Tuya, creando un vínculo poético entre la naturaleza y la cultura local.

Sin embargo, esta visita es efímera. Cuando los meses de lluvia llegan a su fin y los valles se sumergen en la estación seca, las calandrias emprenden su regreso a las alturas del cerro Tuya. Allí, entre las rocas y los arbustos que se aferran a la montaña, esperan pacientemente el próximo ciclo de lluvias.

El cerro Tuya, testigo silencioso de este ciclo anual, se convierte así en un símbolo de la conexión entre el cielo y la tierra. Las calandrias, con su descenso y ascenso rítmicos, tejen un lazo invisible entre las alturas y los valles, entre lo divino y lo terrenal.

Este fenómeno natural no solo es un deleite para los sentidos, sino también un recordatorio de los intrincados ciclos de la naturaleza en los Andes. La calandria Tuya, con su canto y su presencia, marca el paso de las estaciones y celebra la renovación de la vida en estas tierras altas.

La imagen muestra una hermosa calandria. El ave tiene un plumaje llamativo, con un brillante color amarillo en su pecho y vientre, contrastando con un negro intenso en su cabeza, alas y cola. «tonos amarillos, plomizos y negros». El ave tiene un pico robusto y cónico, típico de las calandrias, que le permite alimentarse de una variedad de semillas e insectos. Sus ojos oscuros y alertas sugieren la inteligencia y vivacidad descritas anteriormente.

La postura del ave, erguida y atenta sobre un cable, evoca la imagen de la calandria Tuya observando los valles desde las alturas del cerro,lista para emprender el vuelo hacia los valles verdes durante la temporada de lluvias.

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