Cabezas voladoras

Cualquier individuo que haya vivido en el campo, en algún momento, ha sido testigo de la misteriosa presencia de las umas, un ser mitológico que, en ocasiones, se avista incluso a plena luz del día, aunque es más común escucharlo durante la noche.Las cabezas voladoras masculinas emiten un distintivo sonido, el «huac-huac», mientras que las cabezas voladoras femeninas, conocidas como chilac-chilac, culminan con un «huar», una vibración del aire causada por el movimiento del cabello. Se sostiene la creencia de que las umas son cabezas humanas que deambulan tras separarse del cuerpo, una creencia arraigada en gran parte del departamento de Apurímac.

En algunas ocasiones, estas entidades deambulan solitarias, cruzando plazas de pueblos a medianoche, lo que despierta y alborota a los perros. La población, al percibir su presencia, murmura la premonición de una muerte inminente. Los ancianos de los pueblos relatan anécdotas sobre umas que quedaron atrapadas en la maleza debido a sus extensas cabelleras. Al pasar alguien cerca, estas cabezas separadas del cuerpo suplican auxilio, repitiéndose esta historia en varios pueblos de Apurímac.

Historicidad de las Cabezas Voladoras

En 1615, Guaman Poma plasmó en un pequeño fragmento la leyenda que, en ocasiones, se materializa como realidad. Según relataba, los indios agüeros afirmaban que las cabezas, brazos, piernas o tripas de los vivos se separaban y deambulaban. Estas creencias, registradas en la página 282 y vinculadas a las supersticiones, confirman que nuestros antepasados tenían conocimiento de la existencia de este ser sobrenatural. El mito persiste hasta nuestros días.

Nombres Según la Región

Diversas regiones han asignado nombres particulares a las umas, como Uma-waqya, Qepqe, Uma-pali, Runa-uma, Aya-uma, Ayap-uma, Uman tak tak, Keke, Mok-mok, Uma pureq keke.

Primer relato

Durante una tarde de regreso a casa desde el campo, en compañía de un amigo, nos encontrábamos a menos de 200 metros del pueblo, justo cuando el anochecer comenzaba a desplegar su manto. Fue en ese preciso momento que los sonidos misteriosos nos alertaron

El primer chillido (huacc) apenas se dejaba oír, pero el segundo resonó sobre nuestras cabezas con una claridad asombrosa. Pude percibir la vibración única de las cabelleras, un eco que siempre me habían descrito como el distintivo «huarrr». El tercer chillido, más distante, completó la experiencia que, de principio a fin, no duró más de un minuto.

Sin embargo, lo que se prolongó fue el aullido inquietante de los perros que, alertados, corretearon frenéticamente por toda la plaza del pueblo.

Segundo relato

En el distrito de Circa, provincia de Abancay, uno de mis familiares compartió conmigo un relato que aún resuena en mi memoria. De regreso del campo, la luz del día se desvanecía, pero aún podían avanzar gracias al resplandor excepcional de la luna. Mientras se aproximaban a casa, algo extraordinario sucedió: escucharon los sonidos de las umas, que se desplazaban en paralelo al camino.

Eran dos voces que se comunicaban mediante sonidos, entablando lo que parecía ser una conversación entre dos hombres. Fue en ese instante preciso que el señor Jesús, con valentía o imprudencia, decidió insultar a estos seres con palabras ofensivas, sin tener idea de las consecuencias que le esperaban.

Para sorpresa de todos, las umas regresaron con evidente furia, intentando acorralar al señor Jesús con sus sonidos cargados de violencia. Aterrado, en un acto de desesperación, prendió fuego al ichu, la paja hierba de la puna, sumiendo en el silencio a estas misteriosas entidades. La noche recuperó su quietud cuando, finalmente, los seres se retiraron.

Tercer relato

Era una jornada agotadora en el bosque de chachacoma. Mi padre y yo habíamos dedicado todo el día a cortar un imponente árbol y a transportar los troncos resultantes. A medida que caía la tarde, decidí quedarme atrás para recoger algunos palos esparcidos y reunir las ramas. Fue en ese momento cuando unos extraños chasquidos, semejantes al crujir de hierbas, captaron mi atención, aunque en ese instante no les presté mayor importancia.

Apoyado en el suelo, me preparé para levantarme con la leña en la espalda. De repente, un bulto negro cruzó velozmente a mi lado y desapareció en el cebadal. La rapidez del movimiento solo dejó una sombra fugaz, pero un escalofrío recorrió mi cuerpo. El miedo me envolvió, y rápidamente me levanté para seguir el rastro de aquella figura misteriosa.

Allí, bajo el camino, yacía un ser con la nuca como base de apoyo, su mirada fija hacia arriba, imperturbable. Su cuello, que no tocaba el suelo, presentaba un tono diferente al de su rostro. Sus rasgos eran inequívocamente masculinos. Sin previo aviso, giró la cara y dio un salto de más de 5 metros hacia abajo. El segundo salto fue aún más largo, continuando hasta alcanzar el camino principal.

Mientras avanzaba hacia el fondo del cañón, resonaba un ruido extraño, un inquietante «kull kull». Al llegar al camino principal, comenzó a emitir el característico sonido «huak huak», abandonando sus saltos para caminar de manera enigmática por el sendero. No pude notar con claridad su movimiento en el terreno plano. Cruzó el riachuelo y, en un instante, desapareció.

cabeza-voladora
Cabeza-voladora

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio